Las paredes
tenían que estar pobladas
de palabras completas
llamándome
reclutándome.
Cierro los ojos y subo
escalón por escalón
primero el infinito
y luego
miles de puntos conocidos.
Aquí y allá
guardo pequeños zapatos.
Aquí y allá
cada rostro
llama
la vida que quedo en mí.